Desde el “Tigre Sorrel”, goleador del equipo en su primera vuelta olímpica; pasando por Alfonso Domínguez, quien se alzó como el “Pichichi” en el “Cacique” campeón invicto en el año 41′; O, y más actualmente, las brillantes actuaciones de Rubén Martínez, a principios de los noventa, o los goles y títulos de Lucas Barrios y Humberto “Chupete” Suazo.
Sin embargo, la historia “Popular”, sobretodo en el último tiempo, ha sido más que mezquina con, tal vez, uno de los más insignes goleadores que ha tenido la institución a lo largo de su historia: Luis Hernán Álvarez, goleador innato que tiene el record, hace ya 48 años, de haber marcado la mayor cantidad de goles en un solo torneo: 37 dianas.
Oriundo de Curicó, llegó a Colo Colo en 1958 como alternativa para Juan Soto Mura, Mario “Superclase” Moreno y Manuel “Colo Colo Muñoz, quien quemaba sus últimos cartuchos aquel año en el club, Álvarez llegaba con la responsabilidad de hacer olvidar la gran pérdida futbolística” que había sufrido el “Cacique” con la partida Jorge Robledo.
De hecho, en la última fecha del torneo ambos cuadros llegaron empatados en puntaje, sin embargo, Colo Colo pierde en Viña del Mar ante Everton, y Wanderers logra un agónico empate con O’Higgins en Rancagua, resultado que lo catapulta a conseguir su primera estrella en el campeonato.
No obstante aquello, el “Cacique” curaría sus heridas levantando la primera edición de la Copa Chile -que se jugó en 1958-, y donde Luis Hernán Álvarez comenzaba a dar luces de que su vínculo con Colo Colo sería para siempre, al marcar en el empate a dos tantos ante Universidad Católica, y que le entregaría el título al “Popular” en el, aquel, novel torneo.
El espíritu guerrero y corajudo de Álvarez, unido a su valentía y al desprecio por el peligro, yendo al frente y no dando por perdida ninguna pelota, comenzaba a entusiasmar al hincha colocolino, y le generaba confianza en que el goleador curicano, que aquella temporada dijo presente solo dos veces en el marcador, pero que se las ingenió para anotar en el encuentro más importante del año para el club, teñiría de júbilo la institución.
Al año siguiente, Álvarez se tuvo que conformar con ver desde la banca como Colo Colo peleaba el título con Universidad de Chile.
Las soberbias actuaciones de Juan Soto Mura, Jorge Toro y Bernardo Bello le hacían casi imposible ganarse un lugar en el equipo titular.
Sin embargo, se las arregló para hacerse notar cada vez que le tocó entrar y se matriculó con tres dianas en aquel campeonato, que al final sería ganado por el elenco laico en un partido definitorio, tras llegar empatados al final de la temporada con el “Cacique”.
Poco a poco, el curicano se iba ganando un puesto dentro del equipo y en el corazón de la hinchada, pero el peso de figuras como Toro y Soto le impedía ser titular indiscutido… todavía. En el torneo de 1960, en el cual Colo Colo, tras sobreponerse a una profunda crisis a principios de año -donde, y luego de caer por 4 a 0 ante Everton, el técnico brasileño del equipo, Flavio Costa, dejaba su lugar para cederle el puesto a Hernán Carrasco, joven entrenador con nula experiencia a nivel adulto- se ungiría como campeón, bajando su octava estrella, Luis Hernán Álvarez participó en diecisiete de los veintiséis partidos que tuvo la competencia, aún así, y sin ser siempre de la partida, volvió a vestirse de gol, anotando en seis oportunidades. Su consagración con la camiseta blanca estaba cerca y su abnegación, unido al sacrificio que ponía en cada pelota comenzarían a darle réditos en la temporada que se avecinaba.
Si bien en el campeonato del 61’ Colo Colo tuvo que conformarse con el tercer lugar, fue aquella temporada en que Álvarez se consagró ya no como una alternativa en el ataque “Popular”, sino en una carta verdadera y potente de gol. En ese torneo, marcó 18 goles, hasta el momento, el lapso más prolífico en cuanto a goles de parte del ex jugador del Alianza curicano, en su estadía en el “Popular”. Asimismo, el jugador venido de Curicó siguió, sin quererlo, metiéndose en la historia bella del club.
En ese año, el “Cacique” disputó por primera vez la Copa Libertadores, y el club quedó emparejado con Olimpia del Paraguay, en los cuartos de final del torneo. En el primer partido, jugado en Santiago, “El Decano” se impuso por 5 goles contra. Sin embargo, en la vuelta, jugada en el Estadio Manuel Ferreira de Asunción, sería Colo Colo quien se quedara con la victoria, la primera para el club en la competición, y de la primera de visitante, además, donde Luis Hernán Álvarez, marcó el gol que le dio el triunfo por 2 a 1 al “Popular” en tierras guaraníes. En solo 3 años, y sin ser nunca titular indiscutido, el curicano ya había marcado 30 goles con la camiseta del club más importante de Chile, e, incluso, se había dado maña de marcar en el primer triunfo de la institución en el torneo de clubes más significativo de América.
En la siguiente temporada, en el año 62’, Colo Colo ya no contaba con Hernán Carrasco como su director técnico. Su lugar lo había tomado el argentino, Juan Manuel “El Charro” Moreno, célebre jugador de River Plate y que había vestido los colores de Universidad Católica en Chile. El entrenador tenía buenos jugadores a los que echar mano, entre ellos el mismo Álvarez, quien en aquel torneo dijo presente en 25 oportunidades en el marcador, adjudicándose para si más de un cuarto de la producción de goles del “Cacique” durante ese año, no obstante, el hecho de no conseguir el título y limitarse a mirar desde lejos como sus archirivales se peleaban la corona hacía que el trabajo concienzudo y laborioso del excelente futbolista curicano no fuera cien por ciento placentero. Pero el destino ya le sonreiría.
En la temporada venidera, Colo Colo comenzó el año con una profunda crisis, no futbolística, sino dirigencial: hacía diecinueve años, y bajo la administración de Robinson Álvarez, el club, para darle aún mayor identificación a la institución con el país, decidió no contratar a ningún jugador que no hubiese tenido nacionalidad chilena. Así, y aún cuando la disposición marcó un precedente que hizo que la multitud se identificara cada día más con los colores del “Cacique”, en el ámbito futbolístico no tuvo grandes resultados, pues en diecinueve temporadas, la escuadra había sido campeón tan solo en cinco oportunidades, situación que se vería acrecentada sobretodo los últimos dos años, cuando el “Popular” había perdido el campeonato a manos de sus más enconados rivales: Universidad de Chile, en el año 61’, y Universidad Católica, en el certamen del 62’.
Así las cosas, la dirigencia, ahora encabezada por Antonio Laban, decide terminar con la “chilenización” de Colo Colo, con el único objetivo de recuperar el poderío que en las últimas temporadas había extraviado. De esta forma, y con el adiestrador argentino, Hugo Tassara, quien había tenido, años antes, notables desempeños con las divisiones menores del club, más las contrataciones de Walter “Mandrake” Jiménez, argentino de excelentes dotes futbolísticas, venido de Independiente de Avellaneda, además de la contratación de la dupla de centrales de Santiago Morning, Hugo Lepe y Humberto “Chita” Cruz, la institución se preparaba para dar el zarpazo aquel año. El equipo tenía a la cabeza un técnico que conocía la interna del club; había llegado un refuerzo extranjero de peso; y la columna vertebral del equipo, con Escuti, Cruz, Jiménez, Valdés y Luis Hernán Álvarez, como carta de gol, le presagiaban un año plagado de éxitos al club más popular de Chile.
Y así no más fue. Cuatro triunfos en igual número de partidos, con 16 goles a favor y tan solo tres en contra, auguraban un campeonato brillante para Colo Colo. El equipo engranado que había formado Tassara ya daba frutos y Luis Hernán Álvarez, uno de los con mayor experiencia dentro de la escuadra, se alzaba como la gran figura, derrochando goles, buen juego y determinación en cada jugada. No obstante aquello, un par de empates y algunas derrotas hacen que el tranco perfecto del “Popular” decaiga en parte, situación que es aprovechada por Universidad de Chile para acortar distancias. El torneo se ponía aún más emocionante, pues los archirivales pelearían hasta el último partido por quien se quedaría con la gloria.
De esta forma, las últimas tres fechas fueron de infarto. El “Cacique” aventajaba por un punto al elenco laico y en esas postreras tres batallas se decidiría al nuevo campeón. La U le ganaba a Everton, y Colo Colo goleaba a Coquimbo, con Álvarez rompiendo redes. El elenco azul le robaba los puntos a Badminton y el “Albo”, a punta de goles, varios de ellos obra del curicano, le pintaba la cara a La Serena, humillándolo con un expresivo 7 a 1. Todo se definiría en el cotejo final. En jornada doble, el elenco universitario, como preliminar, recibía al, a noventa minutos de descender, O’Higgins; Colo Colo, por su parte, cerraba el certamen enfrentando a Universidad Católica, equipo que a la postre terminaría en la cuarta posición. Así, y a pesar de que durante el campeonato el “Popular” era el más serio candidato al título por el juego exhibido, un par de tropiezos hacían que la primera opción para quedarse con los laureles, aquella tarde de enero, la tuviera su más enconado rival.
Aún así, y a punta de calma y clase, Colo Colo se impuso a Católica. Ya no importaba que la U hubiese logrado el triunfo, pues, y con un trabajado 2 a 1, con goles de “Cua Cua” Hormazábal y Luis Hernán Álvarez, más el descuento de Néstor Isella, los dirigidos por Hugo Tassara, demostrando mejor juego, más disciplina y orden táctico, unido a una espectacular e irrepetible capacidad goleadora, situación que jamás se ha vuelto a repetir en el fútbol chileno, levantaban la copa, tras tres años de fracasos.
Tan espectacular fue la marca, hecha en gran parte por Luis Hernán Álvarez, que nunca, hasta el día de hoy, se ha podido batir. Con 103 goles en 34 partidos, Colo Colo rompió todos los records habidos y por haber. Con un promedio de 3 goles por encuentro, el “Cacique” tuvo a cuatro jugadores que marcaron más de 10 goles, destacando los 12 de Mario Moreno, los 14 de Enrique Hormazábal y los 22 de Francisco Valdés. Además de ostentar la tercera valla menos batida, alzando a Misael Escuti como gran figura bajo los tres palos, junto al “Chita” Cruz y Hugo Lepe como patrones de una sólida defensa.
No obstante todo lo anterior, quien se llevó todos los premios aquel año, fue el curicano Álvarez. Reafirmando y mejorando lo realizado en años anteriores, el ex delantero del Alianza marcó 37 dianas en 33 partidos que disputó, con una media de un gol por partido, aproximadamente. Así, se convertía en el jugador que más goles había convertido en un torneo en Chile. Además, y con aquella abultada cifra de goles, Luis Hernán Álvarez seguía marcando a fuego su historia con Colo Colo: en cinco años que llevaba defendiendo la camiseta del “Popular”, ya 91 veces se había empapado con las mieles del gol, lujo que muy pocos se habían dado. Finalmente, y como corolario de aquella espectacular campaña, hay que agregar que, y para hacer más meritoria aún dicha marca, los tantos anotados por él, absolutamente todos habían sido convertidos con pelota en juego. Ninguno de aquellos treintaisiete goles fue hecho con tiros de pelota muerta. Un mérito y una virtud que pocos, por no decir ninguno, en la historia del fútbol nacional se han podido endosar.Así, aquella calurosa tarde de enero, Luis Hernán Álvarez se catapultaba a la prolífica galería de ídolos de Colo Colo. Su llegada humilde y en silencio dio paso a una enorme figura que hasta el día sigue ampliándose. Al año siguiente, y ya aquejado de problemas hepáticos, el jugador comenzó a alternar cada vez menos con la titularidad. Sin embargo aquello, también se las arregló para que durante la temporada 64’, sus goles hicieran delirar a su hinchada, marcando 9 tantos en el torneo nacional y 4 en la Copa Libertadores, donde llevó al club a quedarse con el cuarto lugar de aquella edición.
Finalmente, en 1965, y tras siete años de prolífica estadía, Luis Hernán Álvarez decía adiós a su querido Colo Colo, debido a una rebelde afección de salud, poniendo fin a un ciclo plagado de éxitos, donde levantó dos torneos nacionales y una Copa Chile, además de disputar dos Copa Libertadores de América, marcando 102 goles en torneos dentro de nuestras fronteras y 5 por torneos internacionales. Al año siguiente, Álvarez recaló en Magallanes, cuadro en el que mantuvo solo durante aquella temporada, y en la que se matriculó con 13 goles, adjudicándose para sí más del treinta por ciento de los goles que marcó ese equipo en el año 66’. Tras aquella incursión, puso fin a una exitosa y fructífera carrera como goleador.
Luis Hernán Álvarez, sencillo obrero del gol, digno exponente de la estirpe alba, llegó sigiloso a Colo Colo, con las ganas de ganarse un lugar en la historia grande del club, a punta de abnegación, dedicación y ganas. Así, y con osadía y goles, se metió resueltamente en el corazón de la hinchada, alzándose como el goleador más fecundo que ha pisado una cancha en Chile, defendiendo, para orgullo de todos nosotros, la tricota blanca que fundó Arellano.